Como indiqué a través de las fotos de mi álbum Picasa, lo esencial de la escuela es siempre lo mismo: un alumno que quiere aprender (más o menos conscientemente), un profesor que desea enseñar y un lugar en el que encontrarse. Si lo pensamos bien, esta realidad apenas ha variado desde que en la edad media empezaron las primeras escuelas. No ha cambiado el concepto, han cambiado las formas, y a la asimilación de estas últimas ha de ir orientada la escuela de 2018.
Es evidente que ha de recoger los nuevos avances tecnológicos si los docentes no quieren alejarse cada vez más de su público: los alumnos. Pero el papel de la administración es fundamental en el objetivo de la modernización de la escuela. Para que la forma de trabajar sea más efectiva no basta, por ejemplo, con que haya un aula de ordenadores en el instituto (aula por la que muchos profesores “se pelean” a diario) es necesario que al menos un aula por cada departamento esté equipada convenientemente: con su portátil, su cañón, etc. Todo aquello que vaya sustituyendo la pizarra y la tiza, porque en los casos en que se está haciendo responde a iniciativas voluntariosas que con material propio palían la falta de medios.
Es muy probable, pese a todo, que el alumno termine acostumbrándose a la novedad, a los cambios naturales que la escuela reclama por todos lados (sobre todo la enseñanza media), y entonces, muy probablemente, volverán el déficit de atención, el aburrimiento. No hay que sacralizar la tecnología de la información y comunicación en la enseñanza, de la misma forma que sería un error negarse a ella, y conviene no olvidar que al final, lo que termina captando al alumno es la capacidad de contar de un profesor, su capacidad de transmitir oralmente, su cercanía; en unas materias, es verdad, más que en otras.
En conclusión: la inmersión en los proyectos TIC por parte de los profesores de todas las especialidades es necesaria, de lo contrario la escuela (y nosotros como parte fundamental de ella) estará cada vez más lejos de los alumnos. Pero para que esta inmersión sea verdaderamente eficaz es necesaria también una inversión en infraestructuras de todo tipo, no sólo en material y equipamiento que tenga que ver con la información y comunicación, sino en bibliotecas bien equipadas, aulas de música en mejores condiciones, gimnasios, aulas con mejor acústica que la que la mayoría tiene, espacios más agradables...La administración ha de tomar nota, sin ella nuestra preparación y predisposición se quedará en una declaración de buenos propósitos.
Una escuela así se acercaría más a una escuela del siglo XXI.
Es evidente que ha de recoger los nuevos avances tecnológicos si los docentes no quieren alejarse cada vez más de su público: los alumnos. Pero el papel de la administración es fundamental en el objetivo de la modernización de la escuela. Para que la forma de trabajar sea más efectiva no basta, por ejemplo, con que haya un aula de ordenadores en el instituto (aula por la que muchos profesores “se pelean” a diario) es necesario que al menos un aula por cada departamento esté equipada convenientemente: con su portátil, su cañón, etc. Todo aquello que vaya sustituyendo la pizarra y la tiza, porque en los casos en que se está haciendo responde a iniciativas voluntariosas que con material propio palían la falta de medios.
Es muy probable, pese a todo, que el alumno termine acostumbrándose a la novedad, a los cambios naturales que la escuela reclama por todos lados (sobre todo la enseñanza media), y entonces, muy probablemente, volverán el déficit de atención, el aburrimiento. No hay que sacralizar la tecnología de la información y comunicación en la enseñanza, de la misma forma que sería un error negarse a ella, y conviene no olvidar que al final, lo que termina captando al alumno es la capacidad de contar de un profesor, su capacidad de transmitir oralmente, su cercanía; en unas materias, es verdad, más que en otras.
En conclusión: la inmersión en los proyectos TIC por parte de los profesores de todas las especialidades es necesaria, de lo contrario la escuela (y nosotros como parte fundamental de ella) estará cada vez más lejos de los alumnos. Pero para que esta inmersión sea verdaderamente eficaz es necesaria también una inversión en infraestructuras de todo tipo, no sólo en material y equipamiento que tenga que ver con la información y comunicación, sino en bibliotecas bien equipadas, aulas de música en mejores condiciones, gimnasios, aulas con mejor acústica que la que la mayoría tiene, espacios más agradables...La administración ha de tomar nota, sin ella nuestra preparación y predisposición se quedará en una declaración de buenos propósitos.
Una escuela así se acercaría más a una escuela del siglo XXI.
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