La guerra civil, la dictadura y el exilio cortaron la evolución natural de la literatura española, en especial las tendencias de vanguardia y esteticistas. La literatura quedó aislada y vigilada por la censura política e ideológica.
1. La primera generación de postguerra
Antes de hablar de las tendencias más cultivadas en esta primera generación, debemos hacer una breve mención al Postismo y al Grupo Cántico. El Postismo, movimiento fundado por Carlos Edmundo de Ory en 1945, es
una tendencia de vanguardia que no tuvo gran repercusión y acogida en un
ambiente literario poco propicio a aventuras literarias. Es el movimiento de
vanguardia de la posguerra en el que influyen, entre otros, ismos que tuvieron
su apogeo en las dos primeras décadas del siglo XX, como el Cubismo, el
Futurismo y el Surrealismo. Pese a todo, hubo
escritores que cultivaron con entusiasmo esta “locura controlada”: Antonio Fernández Molina, José Fernández-Arroyo, Ángel
Crespo, Francisco Nieva, Fernando Arrabal
o Félix Casanova de Ayala por citar a algunos. El pintor Eduardo Chicharro y el poeta italiano Silvano Sernesi
fueron cofundadores del mismo.
El Grupo Cántico recibe su
nombre de la revista que agrupó en 1947 a una serie de escritores que recuperan
cierta pureza y una estética refinada y sensual para la poesía. El endecasílabo
blanco y el tono elegíaco fueron con frecuencia elementos formales de una
poética que hizo de la nostalgia de la infancia y del amor como iniciación sus
temas centrales. Mario López, Ricardo Molina, Pablo García Baena, Juan Bernier
o Julio Aumente son algunos de los autores de este grupo cordobés imbuido de
cierto romanticismo e influido por algunos poetas del 27, sobre todo Cernuda.
Pero las tendencias líricas más cultivadas son, como las llamó Dámaso Alonso, la poesía arraigada y poesía desarraigada. La primera la constituyeron aquellos autores complacientes con el régimen de Franco y que mostraron su conformidad con el mundo que les había tocado vivir. Estos poetas utilizaron formas clasicistas (sonetos, tercetos) y un tono heroico o intimista según se ensalzara el orden presente o se cantara la belleza de la tierra, el amor o el sentimiento religioso. Dos revistas sirven de cauce para la expresión poética de estos autores: Escorial y Garcilaso. Algunos de los poetas a quienes nos referimos son Luis Rosales (Abril, La casa encendida), Leopoldo Panero (La casa vacía, Canto personal), José García Nieto (Poesía), Dionisio Ridruejo (Poesía en armas), Luis Felipe Vivanco, etc.
La poesía desarraigada atraviesa un primer momento, que iría de 1944 a 1950 aproximadamente, en que es una poesía existencialista que refleja la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y de dolor, de zozobra interior y exterior, de falta de fe en el futuro. Dos acontecimientos marcan la aparición de esta poesía: la publicación en 1944 de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y la publicación de Espadaña, revista fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora que contará con colaboradores tan importantes como José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero entre otros. Todos ellos muestran en su poesía la dialéctica individual y su desajuste con el medio o el mundo interior que les tocó vivir. La afirmación de la vida convive con la presencia de la muerte, la tristeza, la soledad y la búsqueda de la fe y el amor. El lenguaje es desgarrado, violento, cercano al grito y la disonancia.
La literatura existencial desembocó en literatura realista- social (1950-1964). Los poetas salen de sí mismos y contemplan la calle. Intentan presentar la vida con objetividad hasta alcanzar el testimonio, la protesta o la denuncia.
Los poetas son los mismos que antes, que a partir de 1950 denuncian la marginación, el paro, la falta de libertad, etc. El compromiso y la solidaridad son los sentimientos que afloran en sus versos, versos que quieren compartir con el pueblo para que sean de todos. El lenguaje es transparente, llegando en algunos casos al prosaísmo extremo, como en Gabriel Celaya.
La obra de Victoriano Crémer tendrá un acento desgarrado y tremendista. Primero fue existencialista en libros como Nuevos cantos de vida y esperanza y luego se acercó a la poesía social, en libros como La espada y la pared.
De la primera etapa de Eugenio de Nora podemos destacar Siempre, de la etapa de poesía comprometida y social España, pasión de vida.
José Hierro es una de las voces más personales y más líricas de esta generación. Se inició con Alegría, más tarde se integra en la poesía social con Quinta del 42. Otros títulos son: Con la piedras, con el viento y ya entre sus últimos libros Cuaderno de Nueva York.
Celaya es un autor de extensa obra poética. La crítica ha reconocido siempre su enérgico compromiso con la realidad y su papel en la difusión de la poesía social, pero también ha criticado su voluntario prosaísmo. De su etapa existencialista es Las cosas como son, de la social Cantos iberos.
Blas de Otero también atraviesa las dos etapas. Es un poeta de tono desgarrado y estremecedor que busca angustiosamente el amor y el sentido de la existencia en Ancia, por ejemplo; muestra el compromiso y la solidaridad con los problemas colectivos de España en Pido la paz y la palabra. Su poesía evolucionará en lo formal y en el contenido (Hojas de Madrid).
2. La generación del medio siglo.
La generación o grupo poético de los 50 se compone de jóvenes poetas que comparten con los autores de poesía social una visión crítica de la realidad, actitudes éticas comunes y atención a los problemas de la colectividad. Sin embargo las diferencias temáticas y los rasgos de estilo entre ellos han sido los argumentos para dudar de su existencia. En todos, no obstante, hay una consciente voluntad de estilo, un mayor esmero en el cuidado del lenguaje y de las formas poéticas y una reflexión sobre éstas (metapoesía), así como una vuelta a los temas eternos de la poesía (el amor, el dolor, la soledad, el tiempo, la muerte) y a otros más personales (la amistad, la familia, el recuerdo, la biografía) que los apartan de la poesía social.
Ángel González, por ejemplo, alterna la poesía social con temas más íntimos y personales. En muchas ocasiones utiliza un tono irónico y coloquial y en otras muchas más conceptista e ingenioso, línea que reforzó en su última poesía. Palabra sobre palabra, Prosemas o menos, son algunos de sus títulos.
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Jaime Gil de Biedma |
José Ángel Valente es el más intelectual y simbolista. Parte de la vida cotidiana y de situaciones sociales inmediatas para trascenderlas a ámbitos del conocimiento mediante una depuración extrema del lenguaje. El fulgor es el título de una antología que recoge su poesía desde 1953 hasta 1996.
Jaime Gil de Biedma influyó muchísimo en la tendencia llamada ahora de la experiencia. Intenta desenmascarar las contradicciones de la burguesía, lo que le conduce al escepticismo y a la visión negativa de la realidad. Las personas del verbo reúne toda su obra poética.
Claudio Rodríguez fue un poeta de una vocación y una madurez muy precoces. Su primer libro, Don de la ebriedad, muestra ya el surrealismo en las imágenes y el clasicismo formal que van a caracterizar su obra poética, así como la trasparencia del paisaje, el humanismo solidario que se expansiona en la contemplación de la belleza de lo cotidiano. Otros títulos: Conjuros, El vuelo de la celebración, Casi una leyenda.
Francisco Brines es autor de una poesía grave, reflexiva y meditativa, que tiene como tema principal los efectos destructores del paso del tiempo y la realidad de la muerte. El tono elegíaco de sus versos es compatible con el intenso deseo de aprovechar la existencia fugaz, ya a través del amor, ya mediante la identificación con la naturaleza y con su paisaje mediterráneo natal. Entre sus libros, Las brasas, Palabras a la oscuridad, La última costa.
3. Los novísimos.
La generación de los novísimos (1966-1975) es un grupo poético que desde finales de los sesenta conducirá la poesía española por derroteros diferentes. Dos hechos son fundamentales para hablar de esta nueva generación: la publicación en 1966 de Arde el mar de Pere Gimferrer, que marca una ruptura con estéticas poéticas anteriores, y en 1970 la aparición de la antología de José Mª Castellet Nueve novísimos poetas españoles, libro polémico que da nombre a la generación.
Los novísimos es un grupo vanguardista que rompe con la poesía social y que indaga un nuevo lenguaje. Su actitud es formalista y no creen que la poesía pueda cambiar la realidad. El contenido de estos poemas recoge aspectos de la mitología frívola (el cine, la música pop, el cómic) o culturalista (otras épocas culturales y artísticas como Grecia, Roma, el Renacimiento...), asimismo la reflexión metapoética. Formalmente recogen aspectos vanguardistas (de Aleixandre, por ejemplo) y postistas (imágenes visionarias, renovaciones estructurales), aspectos modernistas en la métrica, etc. Pero tampoco abandonan el tono coloquial de loa años 50.
Autores: José Mª Álvarez, Pere Gimferrer, Guillermos Carnero, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Ana Mª Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Vicente Molina Foix, Leopoldo Mª Panero.
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Luis García Montero |
4. La lírica a partir del 75.
A partir de 1975, es en la lírica donde la multiplicidad de autores y textos es más evidente. Cientos de libros de poemas se han venido publicando cada año durante las últimas décadas, a los que habría que sumar los numerosos versos publicados en revistas, antologías y compilaciones diversas. Este panorama dificulta la sistematización de la lírica de este periodo, pero se pueden trazar varias líneas generales que abarcan los últimos veinticinco o treinta años.
Algunas líneas poéticas anteriores como la metapoética siguen presentes en las composiciones de Guillermo Carnero o Jenaro Talens. También ha perdurado, aunque no con gran vitalidad la poesía experimental, cuyo poeta más conocido es José Miguel Ullán. El culturalismo se depuró hasta devenir en una línea más clasicista cultivada por Luis A. de Villena o Antonio Colinas. Los caminos de la poesía pura y el minimalismo expresivo están bien representados en A. Sánchez Robayna o Jaime Siles. En la poesía de la experiencia (en que autores y lectores comparten referencias y lenguaje similares) conviven autores tan diferentes como César A. Molina, Felipe Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca o Luis García Montero (el más conocido).