viernes, 6 de abril de 2012

LAS LENGUAS DE ESPAÑA


España es una realidad plurilingüe que contiene zonas en las que se hablan diferentes lenguas. La coexistencia entre lenguas ha favorecido la alternancia de diversos elementos lingüísticos como las interferencias (uso de elementos o estructuras de una lengua en otra) en ambas direcciones y los préstamos (adopción de términos de una lengua con adaptación o no del significado y otros aspectos fonéticos y gramaticales).
El fenómeno lingüístico por el que una sociedad habla dos o más lenguas se denomina bilingüismo. En España se produce el bilingüismo en Galicia, País Vasco, parte de Navarra, Cataluña, Comunidad Valenciana e Islas Baleares, donde el castellano, lengua oficial en toda España, es hablado junto a cada lengua autóctona (gallego, vasco, catalán) en su territorio.
Hay bilingüismo cuando un hablante utiliza las dos lenguas en contacto indistintamente, tanto para la comunicación oral como para la escrita. Si hay un desequilibrio en el uso de las lenguas en contacto y una posee más prestigio y valoración social que la otra, que queda relegada al ámbito doméstico y oral, entonces se habla de diglosia.
Las lenguas que se hablan en España son el castellano, el catalán, el gallego y el vasco. Las tres primeras proceden del latín y por distintas y similares razones llegaron a adquirir la categoría de lenguas. El vasco es una lengua prerromana y la única que no deriva del latín y cuyo origen sigue sin determinarse aunque se le emparenta con lenguas del Cáucaso.

Entre los rasgos más importantes del castellano están la diptongación de la e y o breves latinas (terra - tierra, bonu - bueno); la pérdida de la f- inicial latina (faba - haba, farina - harina) y la transformación del grupo il + vocal en j (filiu - hijo).
Los rasgos más sobresalientes del catalán son: la existencia de siete vocales, ya que distingue entre e y o cerradas y abiertas; elisión de vocales finales átonas (pontem - pont); conservación de la f- inicial latina (farina); mantenimiento de los grupos iniciales pl-, cl-, fl- (planu, flama).
En el gallego también se da la existencia de siete vocales con la distinción de e y o cerradas y abiertas; la evolución del diptongo au   - ou y del ai - ei; conservación de la f- inicial latina; transformación, como en el castellano, de los grupos iniciales pl-, cl- y fl-.
El vasco tiene un sistema de vocales con tres grados de apertura; oposición entre la vibrante simple y la vibrante múltiple; posposición del artículo (etxea - la casa); ordenación inversa de las palabras en la oración.

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA


Llamamos español de América al uso que hacen del castellano los hablantes de diversos países americanos, este proceso de hispanización  se inicia en 1492 con el descubrimiento de América.


El español es la lengua oficial de dieciocho repúblicas hispanoamericanas. También se habla en Puerto Rico, Antillas y algunas zonas de EE.UU., pero en todos estos sitios convive con el inglés. Fuera de América se habla en Filipinas, en territorios españoles de África, Balcanes y Próximo Oriente –colonias sefardíes-.

Los rasgos fónicos más característicos del español de América son el seseo (confusión entre los fonemas /s/ y /c/ (“sapato” por “zapato”); el yeísmo (no diferenciación entre /l/ y /y/, que se neutralizan: llave y yate); la debilitación de la –s final de sílaba o palabra (se aspira o desaparece como en Cuba, Santo domingo o Panamá, por ejemplo); la confusión entre /r/ y /l/ en zonas insulares y costeras como Cuba o Puerto Rico (“amol” por “amor”).

Los rasgos morfosintácticos que destacan son el voseo (uso de la forma “vos” para el tratamiento familiar en lugar de “tú”; en algunos lugares con la forma apocopada del verbo: “vos tenés”); tendencia a construir el femenino analógico (mayordoma, tigra); la adverbialización del adjetivo (caminaba lento, habla bonito); tendencia al uso del diminutivo incluso en el adjetivo y el adverbio (ahorita, todito); el uso del perfecto simple y casi desaparición del perfecto compuesto.

Los rasgos léxicos más destacables son el predominio de arcaísmos (platicar, prieto); presencia de indigenismos (canoa, chocolate); adopción de extranjerismos (“rentar” por “alquilar”, “computadora” por “ordenador”); creación de neologismos (“sesionar”, celebrar sesiones; “adición”, cuenta).

LEÍSMO, LAÍSMO Y LOÍSMO



Se denominan así los usos incorrectos de los pronombres personales átonos de 3ª persona. La primera y la segunda personas no plantean problemas, pues presentan en caso de CD o CI la misma forma.

Se llama leísmo al uso de los pronombres le/les como CD: “le vi” por “lo/la  vi” (cuando los pronombres le, les desempeñan la función de CI, antiguo dativo en latín).
Usos correctos:
        Vi un gato (lo vi)
        Vi a María (la vi)

Se llama laísmo al uso incorrecto de los pronombres femeninos la/las  como CI:  “la dije” por “le dije” o “las compré unos zapatos” por “les compré unos zapatos”(cuando los pronombres lo, la, los, las desempeñan la función de CD, antiguo acusativo latino) .
Usos correctos:
        Dije a Juan (le dije)
        Dije a Juana (le dije)
        Dije a los niños (les dije)
        Dije a las niñas (les dije)

Se llama loísmo al uso incorrecto de los pronombres masculinos lo/los como CI: “los dije que no se movieran” (cuando los pronombres lo, los desempeñan la función de CD, antiguo acusativo latino).
Usos correctos:
        Dije a Juan que esperara (Le dije que esperara)
        Dije a los niños que no se movieran (Les dije que no se movieran)


sábado, 17 de marzo de 2012

LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII. EL ENSAYO Y EL TEATRO

   La dinastía borbónica que se establece en España  con Felipe V (que comienza su reinado en 1700) facilita la introducción de las luces, de las que hay ya algunos destellos a fines del siglo XVII. Con el apoyo de la corona, y a pesar de la reacción de los sectores más tradicionales, la cultura de la Ilustración va penetrando en España a través de los libros, de la difusión de la filosofía, de los viajes, de la publicación de periódicos y revistas, etc. Las instituciones culturales serán el reflejo de este nuevo espíritu: La Biblioteca Nacional, La Real Academia Española, La Real Academia de la Historia y otras.

El siglo XVIII es, por tanto, época de grandes avances en el pensamiento, sin embargo, no manifiesta el mismo esplendor en la literatura por dos razones fundamentales: el predominio de la razón reprime ciertos impulsos para la creación y la estética del racionalismo clasicista francés encorseta con sus reglas y preceptos la creación literaria.

     Podemos distinguir tres etapas en la literatura del XVIII:

a) Llega hasta mediados del siglo y se caracteriza por la lucha contra el Barroco y la toma de contacto con el Clasicismo francés. La actividad dominante es la crítica, apenas se cultiva la literatura creativa y el ensayo y la sátira es lo que más interesa.
b) Neoclasicismo. Llega hasta el final del siglo y en esta etapa imperan los preceptos que codificó Boileau en su Arte poética. Triunfa la regla de las tres unidades en el teatro.
c) Prerromanticismo. Tiene lugar en las últimas décadas del XVIII en que se produce una reacción sentimental proveniente de Inglaterra que desencadena el gusto por temas emotivos, nocturnos y lacrimosos que preludian el Romanticismo del siglo XIX.

     De la primera época (en que ya hemos dicho que sobresale el ensayo, pues supone uno de los mejores géneros desde los que luchar contra la estética barroca entre otras cosas) es uno de los ensayistas más importantes del siglo Fray Benito Pérez Feijoo, benedictino y catedrático de Teología de Oviedo. De ensayos se compone su Teatro crítico universal y las Cartas eruditas. En ellos expone problemas de todo tipo (filosóficos, físicos, literarios...) con aguda penetración y transparente estilo. Un grupo importante de estos ensayos tienen como objetivo combatir las supersticiones y falsas creencias populares, y ello sin renunciar a sus fuertes preceptos cristianos.
Aunque Feijoo posee una mente enciclopédica, no es un enciclopedista a la francesa.

    Jovellanos será fundamentalmente autor de ensayos (su obra estrictamente literaria es escasa) y sus temas abarcan desde lo político a lo filológico pasando por la economía, la filosofía o la historia. Sería uno de esos autores que anuncia el movimiento que seguirá a la Ilustración. Su vida misma (apasionante y ejemplar) de político patriota y reformador que le llevó a enfrentamientos con la Iglesia y que le costaron años de prisión en Mallorca (primero en la Cartuja y después en el castillo de Bellver) es en cierto modo un ejemplo de la etapa en la que se encuadra. Su Informe sobre el expediente de la Ley agraria (que quedó incluido en el índice de libros prohibidos) y Memoria del castillo de Bellver (en el que describe el pasado y el presente de lo que entonces era su prisión) son su mejor aportación al género ensayístico.

    En la última etapa (la prerromántica) se inscribe la personalidad de José Cadalso por la expresión en su obra y en su vida del sentimiento frente a la razón, el recelo a las "reglas" y la inclinación por una naturaleza horrenda frente a la "arreglada" del Necoclasicismo. Pero este prerromanticismo, que por otro lado aparece al final de la obra de todos los mejores escritores del siglo XVIII, es más perceptible en la poesía que en el ensayo o el teatro. La dificultad de encajar Las noches lúgubres en los dos géneros que nos ocupan es lo que nos hace pasar de puntillas por la obra de Cadalso.

    El teatro ilustrado triunfa sobre todo en la segunda etapa del siglo XVIII que, frente a la primera, fue más creativa. Sus bases teóricas son el respeto absoluto a la regla de las tres unidades, la moralidad y la verosimilitud. En efecto, las obras neoclásicas seguirán las reglas aristotélicas del teatro: unidad de tiempo (el tiempo escénico no debía exceder de 24 horas, tiempo real); unidad de espacio o lugar (espacio único); unidad de acción (acciones sucesivas). Por otro lado, era necesario que la obra dramática moralizase y que fuera verosímil, es decir, que se atuviera al principio de realismo o apariencia de verdad. El respeto a la verosimilitud hace que que se proscriba todo lo imaginativo, fantástico y misterioso y que se separen de forma radical lo trágico y lo cómico.
    Encontraremos tres líneas que coinciden más o menos con las etapas que dimos al comienzo de este tema.
    Una primera línea trata de imitar el teatro barroco, aunque se queda en la imitación de la forma más que del fondo: exagera los elementos burlescos y de gusto popular, posee los trucos del teatro popular y tienen como personajes a tipos cercanos a los hombres de su tiempo. Son "comedias de figurón" heredadas del teatro barroco, que más tarde se convertirían en "comedias de carácter". El gobierno acaba con ella por causas éticas y sociológicas al no considerarla moralizadora. 

   La segunda línea será el teatro propiamente neoclásico en el que se escribirán, por una parte, tragedias como Raquel, de García de la Huerta (crítico literario), que en general no serán del gusto popular. Por otra parte, encontraremos las comedias, más variadas y de mayor acogida. Se escriben tres tipos de comedia: la urbana, dedicada a criticar vicios (La señorita malcriada de Iriarte); la sentimental, con altas dosis de sentimentalismo, propósito moralizador, reflejo de la realidad cotidiana y final feliz (El delincuente honrado de Jovellanos); la moratiana, cuyo propósito didáctico y moralizador critica el abuso de autoridad y la mala educación recibida por las mujeres, y defiende, por otra parte, la libertad de esas mismas mujeres para elegir y el triunfo de la verdad y el bien. 
    Es un teatro que respeta escrupulosamente las tres unidades clásicas y la obra que mejor representa esta línea es El sí de las niñas de Moratín. Otras obras de este autor con esos mismos temas son El viejo y la niña y El barón. La comedia nueva y El café son de carácter satírico. En la primera se burla de los malos escritores dramáticos, incultos e ignorantes de las "reglas"; en la segunda critica la falsa piedad y la hipocresía que dificultaban una libre convivencia ciudadana.  
    Por último, está el sainete de Don Ramón de la Cruz (folclórico, satírico, superficial, tradicional y sentimental). El sainete es una pieza corta  de un solo acto, que es "una pintura exacta de la vida civil y de las costumbres de los españoles": El rastro por la mañana, La pradera de san Isidro.



sábado, 5 de noviembre de 2011

EL ROMANTICISMO


La libertad guiando al pueblo
    El siglo XIX se presenta como la culminación de todo el proceso iniciado en el siglo XVIII. Se abre con la Guerra de la Independencia contra los franceses y termina con el desastre de 1898 en que España pierde sus últimas colonias (Filipinas y Cuba) en la guerra contra EE.UU.
Hay que destacar el gran influjo que los movimientos artísticos europeos tienen en España durante este siglo, pero todos llegan con su considerable retraso, lo que dará lugar a un notable desajuste entre la literatura española y la del resto de Europa.


El duque de Rivas
     El Romanticismo es un movimiento sociocultural y político cuyo lema podría ser "yo y mi libertad". Supone toda una concepción del mundo y no sólo una escuela artística. El Romanticismo se había iniciado en Alemania e Inglaterra hacia 1770, pasa luego a Francia y se introduce lentamente en España, adquiriendo su plenitud hacia 1835, año en que el Duque de Rivas estrena Don Álvaro o la fuerza del sino.

     Las características literarias del Romanticismo son:

a) subjetivismo, que expresa el alma exaltada del artista cuyas ansias de amor, justicia y libertad chocan con los límites que le impone la realidad;

b) ansia de libertad y acentuado individualismo, que se expresa tanto en las creencias políticas como en la creación literaria (mezcla de lo trágico y lo cómico, lo culto y lo popular, etc.);

c) el choque con la realidad provoca una actitud rebelde en forma de protesta política y social o actitud de huida con la imaginación hacia épocas pasadas (la Edad Media, por ejemplo), a países orientales llenos de misterio o a mundos creados por la imaginación (alucinaciones, pesadillas, suicidio...);

d) incorporación del paisaje al ánimo del escritor, de ahí que la naturaleza sea a veces melancólica, a veces turbulenta y cuando la naturaleza se muestre indiferente, será imprecada amargamente por el poeta;

e) nacionalismo, que llevará a valorar las tradiciones nacionales y regionales. Lo popular y lo folclórico adquieren gran prestigio.

   El Romanticismo abordó todos los temas relacionados con la angustia existencial, la melancolía, el desengaño... Los principales temas románticos fueron, entre otros, la pasión y el deseo, pero también la muerte (aceptada a veces como liberación del dolor), el destino como resignación de la crueldad de la vida, el amor como fuente de melancolía, añoranza y tristeza, la historia.

Gustavo A. Bécquer
En cuanto a los géneros literarios, los dos de mayor expansión serán la poesía y el drama. La poesía se liberó de la rigidez neoclásica para buscar nuevas formas de expresión. Mantuvo los temas característicos de este movimiento, como el amor, la libertad, la soledad, los elementos sobrenaturales, el paisaje vinculado al espíritu del autor... y se introdujeron algunas novedades con respecto al estilo. En poesía habrá dos generaciones. La primera abarca desde la Guerra de la Independencia hasta 1840 aproximadamente, se distingue por el tratamiento de temas patrióticos y sociales. Entre los autores destacan el Duque de Rivas (romances históricos y heroicos) y José de Espronceda (El estudiante de Salamanca, El diablo mundo). La segunda generación vive en la segunda mitad del siglo XIX, cuando ya en España había triunfado la estética realista. La poesía se vuelve más intimista y se libera de la retórica anterior. Los autores más destacados de este segundo periodo serán Gustavo A. Bécquer (Rimas) y Rosalía de Castro (En las orillas del Sar). Las Rimas son composiciones generalmente breves y en asonante de metro variado que trata los temas del amor (tanto en tono afirmativo y exultante como desengañado), la propia poesía y sus motivos centrales (la mujer, el misterio, el amor...) y el desengaño vital y la muerte. Su poesía es limpia, emotiva y de una retórica sutil y delicada. La poesía de Rosalía de Castro es menos sobria y abarca más temas. Aunque se ha hablado de los influjos entre ambos poetas no están demostrados.

En el teatro, el drama será el género predominante y los temas más tratados el amor, el destino y el honor, o bien asuntos caballerescos y legendarios. En el drama se mezcla el verso de diferente metro con la prosa. Aparte del Duque de Rivas (Don Álvaro o la fuerza del sino), escriben dramas Larra (Macías) y José Zorrilla (Don Juan Tenorio).

En prosa, lo más destacable serán las Leyendas de Bécquer (aunque son más poemas narrativos)  y los artículos costumbristas, literarios y políticos de Larra, que intentan denunciar actitudes o costumbres y de participar en la instrucción de la sociedad.  Su novela El doncel de don Enrique el Doliente forma parte de la novela histórica tan del gusto de la época.

EL REALISMO


Emilia Pardo Bazán

Los cambios sociales que se advierten a partir de 1850 en Europa suponen un alejamiento paulatino de las formas de vida y de la mentalidad románticas, con lo que la burguesía se afianza como clase dominante con su mentalidad práctica y conservadora. A ellos se suman los cambios  ideológicos que suponen el positivismo y experimentalismo como corrientes filosóficas, y todo se deja sentir en la literatura, especialmente en su género más cultivado, que será la novela. La novela, siguiendo la estela de países como Francia, Inglaterra o Rusia se considera la mejor forma de describir esa realidad tan minuciosamente analizada por los escritores de la época. En ella el autor pretende la reproducción fiel de la vida del individuo, al que no se presenta aislado, sino inmerso en el ambiente y en la sociedad que le rodea (lo que supone un contraste con la novela romántica, fantástica e imaginativa).
En España, la tradición realista tenía antecedentes en la novela de los Siglos de Oro y en el costumbrismo de la primera mitad del siglo XIX (representado por Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón), por tanto, hacia 1870 (año de la primera novela de Galdós) se conocerá otra edad de oro de la novela española. 


Las características de la novela realista española son las siguientes:


a) refleja la realidad con la fidelidad de un espejo;


b) pretende la objetividad a base de la documentación exhaustiva sobre ambientes y costumbres;


c) el autor profundiza en la psicología de los personajes y en la compleja problemática de la sociedad;


d) el narrador es omnisciente, es decir, conocedor de los hechos que relata, pero también de los sentimientos, pensamientos y deseos de los personajes;


e) la novela realista es generalmente comprometida y bajo aparente objetividad, el autor juzga y valora la realidad criticando lo que le parece mal (novela de tesis);


f) el estilo es sobrio e intenta reproducir el habla propia de los diferentes ambientes y personajes, así como la variedad regional.



Benito Pérez Galdós
 Los autores más importantes son Galdós y Varela. Galdós es el autor de gama más amplia entre los cultivadores del Realismo. Fue un poderoso pintor de ambientes y de almas de estilo espontáneo y cierto descuido, pero de una expresividad y agilidad geniales. Escribió muchas novelas de tesis (Marianela, Doña Perfecta), históricas (Episodios nacionales) o de la sociedad contemporánea (Tormento, Fortunata y Jacinta).


Valera tiene el estilo más elegante y cuidado de la época realista. Su ideal fue una lengua sencilla y a la vez selecta. Los críticos contemporáneos le reprocharon su excesiva elaboración, inadecuada cuando hace hablar a personajes populares. La tersura de su obra es indudable y posee cualidades como la agudeza, la gracia y la inteligencia. Su obra   más conocida es Pepita Jiménez, que posee  perfección estilística y penetración cuando se trata de retratar el alma femenina. 


Otro autor importante es Clarín con su novela La Regenta. No hay novela realista que se le iguale en la minuciosa y certera penetración psicológica. Su mirada es como un acerado bisturí. Implacable casi siempre, ácida y de una tremenda  fuerza crítica. Clarín fue, además, un autor de cuentos importante (¡Adiós Cordera!).
La Regenta de Clarín


El Realismo deriva en Naturalismo, corriente literaria influida por el positivismo, que consideraba que el ser humano estaba determinado por las leyes de la herencia biológica, el medio social y el momento histórico y, por lo tanto, no era libre. El resultado es una novela cuyos personajes se hallan condicionados por alguno de estos aspectos o por ambos, en su vertiente más exagerada o sórdida, lo que nos hará vivir el mundo bajo  seres tarados por una herencia biológica o degradados por condiciones sociales extremas. En España no hay obras propiamente naturalistas, aunque hay  pinceladas naturalistas en alguna obra de Emilia Pardo Bazán: Madre naturaleza, Los pazos de Ulloa.

MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98

Antonio Machado

Tradicionalmente, estos conceptos han sido separados para referirse a dos formas literarias diferentes (separación más pedagógica que científica), pero hoy día parece claro que se trata de distintas visiones de una misma actitud que tiene rasgos comunes y supone la reacción a una crisis fin de siglo. Hay críticos literarios prestigiosos defensores de una y otra idea,   pero el hecho de que Azorín y algunos otros autores del momento fueran partidarios de una única generación, sería razón suficiente para que esta división se encuentre hoy día superada. El propio Azorín indicaba tres rasgos comunes a una y otra tendencia:

  • espíritu de protesta contra lo establecido;
  • profundo amor al arte;
  • influencias del parnasianismo y del simbolismo.

En efecto, el espíritu de rebeldía y el afán de renovación lo hallamos en una y otra tendencia, si bien, el escapismo esteticista es más propio de los modernistas y la conciencia de crisis que se manifiesta en una preocupación por España, pareja a una preocupación religiosa y existencial, es más propia de los noventayochistas. Pero muchos de los autores que en ocasiones hallamos adscritos a una forma u otra los veremos atravesar ambas “etapas”. Así Valle-Inclán, Machado, Rubén Darío.  


El Modernismo es una corriente creativa que se gesta en Hispanoamérica alrededor de 1870 y que llega a España en torno a 1890-1900 de la mano de Rubén Darío. Esta corriente se caracteriza esencialmente por la búsqueda de la belleza absoluta para huir de la realidad cotidiana (esteticismo). El Modernismo fue ante todo una renovación estética que implicó entre otras cosas  una renovación del lenguaje poético. De los parnasianos cogerán el anhelo de perfección formal; de los simbolistas la idea de que la poesía es una vía de conocimiento.
  • Esta renovación se da en los temas: la mitología, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas; y en los motivos: nocturnos, crepúsculos, sonatas, jardines, etc. Además, a los modernistas, les gusta ambientar los temas de los poemas en lugares alejados en el tiempo y en el espacio (Grecia, Roma, la Edad Media, Oriente), lo que refleja el deseo de huir de la realidad que les rodeaba. Asimismo, esta huida a países y épocas lejanas recoge su afán cosmopolita.

  • Renuevan la visión de la realidad a través de una interpretación simbolista de la misma. Los simbolistas pretenden ir más allá de lo aparente, con lo que la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que, a través de los símbolos, capta la realidad suprarracional. Los símbolos son imágenes físicas que sugieren o evocan lo que no es físicamente perceptible: ideas, sentimientos, angustias, obsesiones. De ahí la importancia que se le concede a los sueños, a la imaginación, a la intuición, a lo misterioso, etc.

  • Encontramos dos tendencias bien diferenciadas: el modernismo espléndido de colores, sonidos, aromas, impresiones, un modernismo exuberante y decadente, deudor del Parnasianismo sobre todo; y el modernismo de correspondencias, melancólico y nostálgico, más influido por el Simbolismo. La inclinación de los autores a una u otra tendencia depende de condiciones y formas de ser personales. Así Rubén Darío representa el modernismo más sensual y retórico, sobre todo en los libros Azul (emblema del movimiento que mezcla la prosa y el verso en un conjunto armonioso y bello) y Prosas profanas, mientras que Machado (Soledades, galerías y otros poemas) o Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, Jardines lejanos) indagan más en la intimidad y en la visión subjetiva de las cosas y del paisaje. Será este un modernismo más simbolista, que tiende, por tanto, a la sugerencia y a la evocación.

  • El lenguaje es exuberante, lleno de cultismos, neologismos y recursos retóricos de muy distinto origen (se usa sobre todo la aliteración y la sinestesia). Es un lenguaje brillante y llamativo, aunque también en este sentido se muestran dos tendencias bien diferentes. La poesía de Machado, por ejemplo, muestra su eficacia en la atmósfera que crea más que en el colorido de su lenguaje.

  • La métrica sufre una rotunda renovación que afecta sobre todo al ritmo y a la musicalidad. Se rescatan metros nuevos como el alejandrino (que se utiliza en los sonetos) o se usan otros raros, como el dodecasílabo y el eneasílabo. El verso adquiere una flexibilidad que no tenía. Machado y Juan Ramón utilizarán mucho la asonancia y la combinación de endecasílabos y heptasílabos (rasgo que ya mostró la poesía de Bécquer), lo que supondrá un gran acierto.
 No hay que olvidar la importancia de la prosa poética modernista que representan las Sonatas de Valle-Inclán y Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.
Azul de Rubén Darío
Otros poetas modernistas son Manuel Machado (Alma y El mal poema son dos libros muy representativos del modernismo español), Salvador Rueda, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Unamuno.

En una segunda etapa, algunos poetas modernistas acogen en sus versos el espíritu del 98, es decir, hacen una escritura más reflexiva, sentenciosa y analítica y mantienen una actitud existencial y dolorida ante los problemas nacionales. Es el caso de Machado a partir de Campos de Castilla, o el Darío de Cantos de vida y esperanza (con poemas verdaderamente existenciales que contrastan vivamente con lo que habíamos leído en libros anteriores). Juan Ramón también abandona el ropaje modernista y se orienta hacia una poesía pura a partir de Diario de un poeta recién casado. A partir de ese momento su poesía caminará hacia la expresión más difícil y esencial de Piedra y cielo (1919) o Belleza (1923) hasta la poesía metafísica de los últimos libros (Estación total y Animal de fondo).

Esta preocupación y espíritu crítico se prestaron más al cultivo de la novela y del ensayo que de la poesía, aunque como se ha señalado más arriba no faltan casos de un giro en la poesía que supone el relajamiento de la preocupación formal y la profundización en el problema de España y el regeneracionismo. En el caso de la novela, tanto las de Baroja (La busca, El árbol de la ciencia), como las de Unamuno (Niebla, San Manuel Bueno, mártir) Valle-Inclán (El ruedo ibérico)  o Azorín (La voluntad, Antonio Azorín ) recogerían aquella preocupación y aquel espíritu crítico que los caracterizó, pese a la peculiar manera de hacer, muy distinta en cada uno de ellos, y al intento común con los modernistas de renovación conceptual y técnica de la literatura en general. 




NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS

Ramón Gómez de la Serna
La generación del 14, también conocida como Novecentismo, designa a un grupo de autores españoles que, cronológicamente, se encuentran entre el Modernismo, la Generación del 98 y la Generación del 27. Su objetivo principal es renovar estéticamente la literatura y el arte de la época, acercándolo a un estilo más moderno, propio del siglo XX. Los escritores pertenecientes a este grupo generacional abordaron diferentes aspectos del saber, sin ceñirse exclusivamente al ámbito literario.
Estos escritores comparten ciertos rasgos que van más allá de lo literario y afectan a las circunstancias sociales y políticas que rodean la creación.  Estos rasgos pueden resumirse así:
  • Apoyan medidas concretas para transformar la sociedad rechazando métodos de etapas anteriores. Ideas políticas liberales, con amplitud de miras y apertura a las influencias externas.

  • Defienden la influencia que Europa puede ejercer en un país como España, anclado en el pasado, y sienten el país como parte del continente.

  • Relacionada con el ámbito literario, está la búsqueda de la obra bella y del arte puro. Se alejan del sentimentalismo noventayochista y  buscan una mayor objetividad.

  • Adoptan los logros conseguidos por otros movimientos anteriores como el Modernismo y la Generación del 98: ritmo, musicalidad, tratamiento profundo de determinados temas.

  • Lenguaje eficaz, lleno de pulcritud y de recursos expresivos.
Aunque en esta generación tienen una función esencial ensayistas como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Eugenio D'Ors, son los novelistas los que le dan quizás un sello más literario. La novela novecentista es de una gran depuración literaria e intelectualización que marca el camino hacia la ruptura de las vanguardias. Dos nombres son los que destacan: Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. El primero combina modernismo y actitud intelectual en obras como Belarmino y Apolonio o Tigre Juan. Las disquisiciones de tipo moral y psicológico invaden la acción de sus novelas. El segundo es un continuador de la estilización modernista hasta el punto de pretender convertir las sensaciones en arte de la palabra, en recreación o transmisión incansable de las vivencias. Destacan su lenguaje riquísimo y su capacidad para captar la luz, el color, los aromas, sonidos y sabores en obras como Las cerezas del cementerio y Nuestro padre San Daniel.

Entre los autores de esta generación destaca por su vocación poética y brillantez Juan Ramón Jiménez. En realidad es un autor inclasificable que después de sus comienzos modernistas, se dedicó a la poesía con una entrega que va más allá de lo concebible y que da frutos tan peculiares y bellos como Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916 con motivo de su viaje a Nueva York tras su boda. Fecha la de 1916 que supone el comienzo de una nueva etapa que dará otros libros: Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) en los que J.R.J. se propone eliminar todo lo anecdótico para dejar paso al concepto y la emoción de una poesía que es breve y densa. Posteriormente, ya en la década de los 40, la poesía de Juan Ramón se sumerge en un misticismo extraño de profunda expresión y acendrado espiritualismo (La estación total, Animal de fondo).

Ramón Gómez de la Serna pertenece también a esta generación, aunque su vinculación es mayor con los escritores vanguardistas y los poetas del 27, de quienes es otro maestro cercano (como J.R.J.). Autor que cultivó todos los géneros de una forma muy personal, pues en todos ellos encontramos el fragmentarismo y el humor de sus greguerías: metáforas ingeniosas y vanguardistas por las que es más conocido, así como lo es por ser el verdadero promotor de las vanguardias en nuestro país. Es en la revista que dirigía Gómez de la Serna (Prometeo) donde se publicó en 1910 un manifiesto futurista, y en sus tertulias en el Café Pombo se comentarán este y otros movimientos de vanguardia.
Otras dos revistas abrirán sus páginas a los vanguardismos: Revista de Occidente  fundada por Ortega y Gasset en 1923, y La Gaceta Literaria fundada por Ernesto Giménez Caballero  y Gillermo de Torre en 1927. Al mismo tiempo, dos años después de la fundación de su revista, Ortega publica La deshumanización del arte, que pretende hacer un diagnóstico del arte nuevo. Ortega señala el carácter minoritario de un arte donde lo "humano" está suprimido en favor de lo estrictamente formal y del juego creador. 
En el vanguardismo español pueden distinguirse dos momentos: en el primero (hasta 1930) predomina el juego, el optimismo, la exaltación de la modernidad (la velocidad, los deportes, el cine...); a partir de 1930, o antes incluso, se observa cierto desengaño, un cierto pesimismo y hasta angustia por los efectos "deshumanizantes" de la civilización moderna. 
El Futurismo no formó escuela en España a pesar de los intentos de Gómez de la Serna, pero aparece de forma esporádica en poemas de algunos poetas de la Generación del 27 (Pedro salinas escribe a la bombilla eléctrica o a la máquina de escribir y Alberti canta a un famoso portero de fútbol de la época). 
El Ultraísmo contiene elementos del Futurismo, del Dadaísmo y también del Cubismo. Con el primero comparte los temas, con el último ciertas innovaciones tipográficas, como el caligrama.
El Creacionismo se proponía alejar la poesía de la realidad para "crear" una realidad nueva. Fue iniciado en París por el francés Pierre Reverdy y el chileno Vicente Huidobro. El poeta Gerardo Diego aclimató el Creacionismo entre nosotros.
El Surrealismo fue el movimiento de vanguardia que más profunda huella dejó en España. Juan Larrea (1895) fue nuestro poeta más plenamente surrealista. Vivió en París y escribió tanto en francés como en español,  después de la guerra se marchó a Méjico. Sus poemas revelan una enorme capacidad creadora. Versión celeste es quizás su libro más conocido. Pero el Surrealismo debe su éxito entre nosotros principalmente a la aceptación que tuvo entre los poetas del 27. A su influjo se deben libros tan importantes como Sobre los ángeles de Alberti o Poeta en nueva York de Lorca. El autor que alcanza mayor altura dentro del surrealismo europeo será Vicente Aleixandre.

LA GENERACIÓN DEL 27

Grupo de poetas del 27

Antes de empezar a hablar de la misma, es necesario referirse al papel que jugaron las vanguardias (sobre todo el surrealismo) en esta generación y a la figura de Ramón Gómez de la Serna, que es quien propició las vanguardias en España.


En efecto, Gómez de la Serna fue el verdadero promotor y difusor de los vanguardismos en nuestro país. Escribió obras de todo tipo (teatro, poesía, ensayo, biografías, etc.) pero la base de todas ellas fueron las greguerías (ingeniosas metáforas llenas de humor) que es lo que le da a la obra en cuestión ese aspecto de fragmentación y escamoteo de la realidad. Gómez de la Serna con sus greguerías se convirtió en un maestro más, junto a Juan Ramón Jiménez, de los poetas del 27. Serán los maestros coetáneos.


Con este grupo poético se alcanza la edad de plata de la poesía española. Está formado por una serie de escritores nacidos entre 1892 y 1902 que se dan a conocer a partir de 1920. El nombre de la generación se debe al homenaje que algunos poetas del grupo dieron a Góngora (maestro lejano) en el Ateneo de Sevilla en 1927. La componen escritores que recogen influencias muy variadas que van desde la tradición hispánica (Garcilaso, san Juan, el romancero, Góngora, por supuesto, etc.) hasta acabar en el contexto europeo de las vanguardias (dentro de la tendencia de la pureza estética y la deshumanización del arte). En realidad estamos ante un grupo de poetas de personalidad literaria muy peculiar en cada caso, pero podemos establecer tres épocas en casi todos ellos que vendrían a resumir su trayectoria poética.


En una primera etapa, que iría de 1920 aproximadamente hasta el 28 o 29, se ve en todos ellos la influencia de Bécquer, del modernismo y el magisterio de Juan Ramón, que les orienta hacia una poesía pura. Así ocurre con los primeros libros de Pedro Salinas (Fábula y signo, Seguro azar), donde se ve el anhelo de depurar el poema de la anécdota humana y de perseguir la perfección formal, como ocurre también con Cántico de Jorge Guillén. Pero lo humano sigue latiendo, pese a todo, no sólo en ellos, sino en la primera poesía de Lorca (Canciones, Romancero gitano) o de Alberti (Marinero en tierra, El alba del alhelí). También hay un primer Gerardo Diego impregnado de romanticismo becqueriano (El romancero de la novia, Versos humanos) que convive con el vanguardista. Aleixandre en su primera época (Ámbito) estará también influido por el modernismo de Rubén, Machado o Juan Ramón, así como el Cernuda de Perfil del aire, donde se observa también el rastro de Bécquer.


El segundo momento se caracteriza por una deshumanización cada vez mayor de la poesía. Coincide esta etapa con la influencia del surrealismo sobre todo, aunque hay algún otro movimiento de vanguardia que influye en alguno de ellos, como el creacionismo en Gerardo Diego (Imagen, Manual de espumas). Excepto en el caso mencionado y en el caso de Guillén y Salinas (bajo la influencia de la poesía pura como en la etapa anterior), en los demás será el surrealismo el que caracterice esta etapa, que irá del 28 o 29 hasta el 35 más o menos. En esta época se insertan libros como Poeta en Nueva York o Sobre los ángeles, de Lorca y Alberti respectivamente. También estarían los libros de Cernuda Un río, un amor y Los placeres prohibidos, o los de V. Aleixandre Espadas como labios y La destrucción o el amor. En todos estos libros se puede percibir una liberación de la imagen, desatada de bases lógicas, y un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético. Pero nunca estamos ante un surrealismo ortodoxo, nunca ante la rigurosa creación inconsciente o ante la escritura automática.


La tercera etapa coincide con los años de la guerra y los que siguen a esta, aunque ya se venía fraguando desde antes la urgencia de una literatura social. Un dato significativo es que Neruda, residente en Madrid, publica en 1935 un manifiesto por la poesía impura, es decir, inmersa en las circunstancias humanas y sociales más concretas. Pasa la guerra civil. Lorca ha muerto, y los demás siguen trayectorias distintas dependiendo de las circunstancias personales de cada uno. Alberti y Cernuda parten hacia el exilio y la nota dominante en ellos será, en gran parte, la nostalgia de la patria perdida: Entre el clavel y la espada de Alberti o Las nubes y Como quien espera el alba de Cernuda. En Cernuda, además, estará presente siempre y de forma dolorosa el amor, un amor frustrado e imposible, un amor anhelado que choca con la realidad circundante (lo que explica el título general de su obra: La realidad y el deseo). Y Aleixandre ve la necesidad de abrir la poesía hacia un humanismo más solidario, sobre todo a partir de Historia del corazón.


Merecen una alusión los casos de Miguel Hernández y Dámaso Alonso, incluidos por muchos críticos dentro de esta generación. El primero de ellos está claro que es un hermano menor de los poetas del 27. Por edad pertenecería a la generación del 36, pero por su trayectoria y por las relaciones con poetas como Lorca o Alberti es sin duda un epígono de estos. Su obra Perito en lunas, que exhibe de forma extraordinaria la moda gongorina con metáforas barrocas muy herméticas, bastaría para ponerlo en conexión con esta generación. En cuanto a Dámaso Alonso (él mismo lo decía), tiene una poesía muy distinta a los poetas del 27, aunque sí se relaciona con ellos a través de su labor de crítico, esa labor lucidísima que llevó a cabo con los poemas mayores de Góngora, desentrañando su sentido. Por el tipo de imágenes surrealistas que se encuentra en Hijos de la ira también podríamos relacionar esta obra con el grupo del 27.

EL TEATRO ANTERIOR Al 36. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS




Valle-Inclán

El teatro modernista y de la Generación del 98

A principios del siglo XX el teatro sigue representando las formas teatrales del siglo anterior: la alta comedia burguesa de Echegaray y el género chico.
Por otro lado, existe el teatro comercial representado por Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, que llevan a escena una idealización de la sociedad madrileña y andaluza respectivamente con sus tipos representativos, tipos que encarnaban virtudes y defectos estereotipados. No obstante, tanto lingüísticamente como argumentalmente, el teatro de Carlos Arniches (La señorita de Trevélez, Los caciques) es superior al de los hermanos Álvarez Quintero.


Caso aparte es la figura de Jacinto Benavente que aunque empieza escribiendo un teatro renovador (La malquerida) pronto sucumbe al éxito teatral y a la comercialización y escribirá un teatro que camina hacia la alta comedia con sus características propias, si bien superando el tono grandilocuente y dándole más fluidez y elegancia a aquella. Su obra más famosa es Los intereses creados, que sigue el modelo de la commedia dell`arte italiana. Plantea un enfrentamiento entre el amor y los intereses económicos, que terminan triunfando sobre el primero.


Unamuno critica los moldes teatrales del momento y se propone obras de carácter simbolista que representan conflictos existenciales (Fedra, El otro).
Azorín intenta un teatro renovador sin conseguir dar forma dramática a los conflictos que quiere representar (Old Spain, Angelita). Jacinto Grau experimentó gran cantidad de técnicas y enfoques como los del teatro expresionista alemán (El señor de Pigmalión, El caballero de Verona).


Valle-Inclán será la gran figura de esta generación. Podemos dividir su obra en tres ciclos:


a) Ciclo mítico, con las comedias bárbaras, cuyo protagonista, Juan Manuel de Montenegro, protagonizará un mundo de bajas pasiones dominado por la lujuria en una Galicia rural y primitiva (Águila de blasón, Romance de lobos, Cara de plata).
b) Ciclo de la farsa, que pone en contacto lo sentimental y lo grotesco. El lenguaje es cada vez más degradado y los personajes también más deshumanizados. Es el paso previo al esperpento (Farsa y licencia de la reina castiza).
c) Ciclo del esperpento, en el que Valle continúa la tradición de Quevedo. Se propone la destrucción de la realidad ofreciendo una imagen grotesca de la misma, degradada, deshumanizada, deformada. El esperpento es una nueva estética y una nueva visión del mundo (Luces de bohemia, Martes de carnaval). Destacan también en este teatro el valor de las acotaciones escénicas y el uso magistral del lenguaje en todos sus registros: conviven lo refinado con lo vulgar, la ironía y el sarcasmo con lo sublime y la riqueza expresiva, que le sirven para mostrar las pasiones y las frustraciones del ser humano y criticar las circunstancias sociales del país.


Teatro vanguardista y de la Generación del 27

Alberti tiene, por una parte, un teatro vanguardista que se acerca al surrealismo imperante (El hombre deshabitado). Ya después de la guerra y en el exilio cultiva un teatro (El adefesio) que se acerca al esperpento.


Max Aub también cultiva un teatro vanguardista, como podemos ver en Crimen. En una segunda etapa abandonará esta estética para escribir, después de la guerra y en el exilio, como Alberti, un teatro político y social.


En Alejandro Casona encontraremos la recreación de una realidad inaccesible, estilizada y poética con intervención del sueño y del más allá (La dama del alba, La sirena varada).


Pero al igual que Valle-Inclán es la gran figura del 98, Lorca será la del 27. También podemos dividir su teatro en tres etapas:

a) Las farsas: obras en las que funde lo lírico con lo grotesco para hablarnos de problemas como el matrimonio por interés y la diferencia de edad, así en El retablillo de san Cristóbal o Amor de don Perlimplím con Belisa en su jardín, en las que late el amor imposible.


b) Las comedias imposibles, así llamadas por su difícil representación dado su carácter surrealista y simbólico: Así que pasen cinco años, El público.


c) Las tragedias de tema social, con las que Lorca quiso devolver al teatro la emoción y la poesía que tuvo en la época clásica. Son obras ambientadas en un marco rural pero que transciende a lo universal. A pesar de que el tema varía en cada una de ellas, en todas Lorca enfrenta el individuo a la sociedad, enfrentamiento en el que sucumbe el individuo, pero este no dejará de mostrar sus ansias de lucha.


Es un teatro lleno de fuerza y cargado con una simbología que ya habíamos visto en el Romancero. Los propios títulos (Bodas de sangre, Yerma
La casa de Bernarda Alba) son símbolos de la acción dramática, y aparecen repetidamente el caballo, la luna, los colores… para crear una atmósfera trágica y lírica que envuelve el drama de principio a fin.

LA POESÍA DE POSTGUERRA. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS



La guerra civil, la dictadura y el exilio cortaron la evolución natural de la literatura española, en especial las tendencias de vanguardia y esteticistas. La literatura quedó aislada y vigilada por la censura política e ideológica.


1. La primera generación de postguerra

Antes de hablar de las tendencias más cultivadas en esta primera generación, debemos hacer una breve mención al Postismo y al Grupo Cántico. El Postismo, movimiento fundado por Carlos Edmundo de Ory en 1945, es una tendencia de vanguardia que no tuvo gran repercusión y acogida en un ambiente literario poco propicio a aventuras literarias. Es el movimiento de vanguardia de la posguerra en el que influyen, entre otros, ismos que tuvieron su apogeo en las dos primeras décadas del siglo XX, como el Cubismo, el Futurismo y el Surrealismo. Pese a todo, hubo  escritores que cultivaron con entusiasmo esta “locura controlada”: Antonio Fernández Molina, José Fernández-Arroyo, Ángel Crespo, Francisco Nieva, Fernando Arrabal  o  Félix Casanova de Ayala  por citar a algunos. El pintor Eduardo Chicharro y el poeta italiano Silvano Sernesi fueron cofundadores del mismo.
El Grupo Cántico recibe su nombre de la revista que agrupó en 1947 a una serie de escritores que recuperan cierta pureza y una estética refinada y sensual para la poesía. El endecasílabo blanco y el tono elegíaco fueron con frecuencia elementos formales de una poética que hizo de la nostalgia de la infancia y del amor como iniciación sus temas centrales. Mario López, Ricardo Molina, Pablo García Baena, Juan Bernier o Julio Aumente son algunos de los autores de este grupo cordobés imbuido de cierto romanticismo e influido por algunos poetas del 27, sobre todo Cernuda.

Pero las tendencias líricas más cultivadas son, como las llamó Dámaso Alonso, la poesía arraigada y poesía desarraigada. La primera la constituyeron aquellos autores complacientes con el régimen de Franco y que mostraron su conformidad con el mundo que les había tocado vivir. Estos poetas utilizaron formas clasicistas (sonetos, tercetos) y un tono heroico o intimista según se ensalzara el orden presente o se cantara la belleza de la tierra, el amor o el sentimiento religioso. Dos revistas sirven de cauce para la expresión poética de estos autores: Escorial y Garcilaso. Algunos de los poetas a quienes nos referimos son Luis Rosales (Abril, La casa encendida), Leopoldo Panero (La casa vacía, Canto personal), José García Nieto (Poesía), Dionisio Ridruejo (Poesía en armas), Luis Felipe Vivanco, etc.

La poesía desarraigada atraviesa un primer momento, que iría de 1944 a 1950 aproximadamente, en que es una poesía existencialista que refleja la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y de dolor, de zozobra interior y exterior, de falta de fe en el futuro. Dos acontecimientos marcan la aparición de esta poesía: la publicación en 1944 de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y la publicación de Espadaña, revista fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora que contará con colaboradores tan importantes como José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero entre otros. Todos ellos muestran en su poesía la dialéctica individual y su desajuste con el medio o el mundo interior que les tocó vivir. La afirmación de la vida convive con la presencia de la muerte, la tristeza, la soledad y la búsqueda de la fe y el amor. El lenguaje es desgarrado, violento, cercano al grito y la disonancia.

La literatura existencial desembocó en literatura realista- social (1950-1964). Los poetas salen de sí mismos y contemplan la calle. Intentan presentar la vida con objetividad hasta alcanzar el testimonio, la protesta o la denuncia.
Los poetas son los mismos que antes, que a partir de 1950 denuncian la marginación, el paro, la falta de libertad, etc. El compromiso y la solidaridad son los sentimientos que afloran en sus versos, versos que quieren compartir con el pueblo para que sean de todos. El lenguaje es transparente, llegando en algunos casos al prosaísmo extremo, como en Gabriel Celaya.

La obra de Victoriano Crémer tendrá un acento desgarrado y tremendista. Primero fue existencialista en libros como Nuevos cantos de vida y esperanza y luego se acercó a la poesía social, en libros como La espada y la pared.

De la primera etapa de Eugenio de Nora podemos destacar Siempre, de la etapa de poesía comprometida y social España, pasión de vida.

José Hierro es una de las voces más personales y más líricas de esta generación. Se inició con Alegría, más tarde se integra en la poesía social con Quinta del 42. Otros títulos son: Con la piedras, con el viento y ya entre sus últimos libros Cuaderno de Nueva York.

Celaya es un autor de extensa obra poética. La crítica ha reconocido siempre su enérgico compromiso con la realidad y su papel en la difusión de la poesía social, pero también ha criticado su voluntario prosaísmo. De su etapa existencialista es Las cosas como son, de la social Cantos iberos.

Blas de Otero también atraviesa las dos etapas. Es un poeta de tono desgarrado y estremecedor que busca angustiosamente el amor y el sentido de la existencia en Ancia, por ejemplo; muestra el compromiso y la solidaridad con los problemas colectivos de España en Pido la paz y la palabra. Su poesía evolucionará en lo formal y en el contenido (Hojas de Madrid).

2. La generación del medio siglo.

La generación o grupo poético de los 50 se compone de jóvenes poetas que comparten con los autores de poesía social una visión crítica de la realidad, actitudes éticas comunes y atención a los problemas de la colectividad. Sin embargo las diferencias temáticas y los rasgos de estilo entre ellos han sido los argumentos para dudar de su existencia. En todos, no obstante, hay una consciente voluntad de estilo, un mayor esmero en el cuidado del lenguaje y de las formas poéticas y una reflexión sobre éstas (metapoesía), así como una vuelta a los temas eternos de la poesía (el amor, el dolor, la soledad, el tiempo, la muerte) y a otros más personales (la amistad, la familia, el recuerdo, la biografía) que los apartan de la poesía social.
Ángel González, por ejemplo, alterna la poesía social con temas más íntimos y personales. En muchas ocasiones utiliza un tono irónico y coloquial y en otras muchas más conceptista e ingenioso, línea que reforzó en su última poesía. Palabra sobre palabra, Prosemas o menos, son algunos de sus títulos.

Jaime Gil de Biedma
José Ángel Valente es el más intelectual y simbolista. Parte de la vida cotidiana y de situaciones sociales inmediatas para trascenderlas a ámbitos del conocimiento mediante una depuración extrema del lenguaje. El fulgor es el título de una antología que recoge su poesía desde 1953 hasta 1996.

Jaime Gil de Biedma influyó muchísimo en la tendencia llamada ahora de la experiencia. Intenta desenmascarar las contradicciones de la burguesía, lo que le conduce al escepticismo y a la visión negativa de la realidad. Las personas del verbo reúne toda su obra poética.

Claudio Rodríguez fue un poeta de una vocación y una madurez muy precoces. Su primer libro, Don de la ebriedad, muestra ya el surrealismo en las imágenes y el clasicismo formal que van a caracterizar su obra poética, así como la trasparencia del paisaje, el humanismo solidario que se expansiona en la contemplación de la belleza de lo cotidiano. Otros títulos: Conjuros, El vuelo de la celebración, Casi una leyenda.

Francisco Brines es autor de una poesía grave, reflexiva y meditativa, que tiene como tema principal los efectos destructores del paso del tiempo y la realidad de la muerte. El tono elegíaco de sus versos es compatible con el intenso deseo de aprovechar la existencia fugaz, ya a través del amor, ya mediante la identificación con la naturaleza y con su paisaje mediterráneo natal. Entre sus libros, Las brasas, Palabras a la oscuridad, La última costa.

3. Los novísimos.

La generación de los novísimos (1966-1975) es un grupo poético que desde finales de los sesenta conducirá la poesía española por derroteros diferentes. Dos hechos son fundamentales para hablar de esta nueva generación: la publicación en 1966 de Arde el mar de Pere Gimferrer, que marca una ruptura con estéticas poéticas anteriores, y en 1970 la aparición de la antología de José Mª Castellet Nueve novísimos poetas españoles, libro polémico que da nombre a la generación.

Los novísimos es un grupo vanguardista que rompe con la poesía social y que indaga un nuevo lenguaje. Su actitud es formalista y no creen que la poesía pueda cambiar la realidad. El contenido de estos poemas recoge aspectos de la mitología frívola (el cine, la música pop, el cómic) o culturalista (otras épocas culturales y artísticas como Grecia, Roma, el Renacimiento...), asimismo la reflexión metapoética. Formalmente recogen aspectos vanguardistas (de Aleixandre, por ejemplo) y postistas (imágenes visionarias, renovaciones estructurales), aspectos modernistas en la métrica, etc. Pero tampoco abandonan el tono coloquial de loa años 50.


Autores: José Mª Álvarez, Pere Gimferrer, Guillermos Carnero, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Ana Mª Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Vicente Molina Foix, Leopoldo Mª Panero.



Luis García Montero
4. La lírica a partir del 75.


A partir de 1975, es en la lírica donde la multiplicidad de autores y textos es más evidente. Cientos de libros de poemas se han venido publicando cada año durante las últimas décadas, a los que habría que sumar los numerosos versos publicados en revistas, antologías y compilaciones diversas. Este panorama dificulta la sistematización de la lírica de este periodo, pero se pueden trazar varias líneas generales que abarcan los últimos veinticinco o treinta años.

Algunas líneas poéticas anteriores como la metapoética siguen presentes en las composiciones de Guillermo Carnero o Jenaro Talens. También ha perdurado, aunque no con gran vitalidad la poesía experimental, cuyo poeta más conocido es José Miguel Ullán. El culturalismo se depuró hasta devenir en una línea más clasicista cultivada por Luis A. de Villena o Antonio Colinas. Los caminos de la poesía pura y el minimalismo expresivo están bien representados en A. Sánchez Robayna o Jaime Siles. En la poesía de la experiencia (en que autores y lectores comparten referencias y lenguaje similares) conviven autores tan diferentes como César A. Molina, Felipe Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca o Luis García Montero (el más conocido).